La meditación tiene muchos beneficios para la salud. Puede aumentar la sensación de calma y relajación, la concentración, el bienestar general y la capacidad para afrontar muchas afecciones médicas. Lamentablemente, los conceptos erróneos sobre la meditación pueden impedir que algunas personas aprovechen sus beneficios. Sigue leyendo para conocer la verdad sobre los mitos de la meditación y descubrir cómo comenzar a practicarla.

Mito: tienes que sentarte en una posición de yoga para meditar.

Verdad: básicamente, la meditación es entrenar a la mente para que se concentre, se relaje, sea compasiva y no juzgue. Para los principiantes, puede ser útil practicar la meditación en una postura constante y cómoda en un lugar tranquilo y seguro con la menor cantidad posible de distracciones. Puedes sentarte con la espalda recta en una silla con las manos sobre el regazo o sobre las piernas. Asimismo, puedes meditar mientras estás caminado o acostado. Para meditar no hace falta ser un experto en yoga, ni siquiera tener una esterilla para yoga. Un rincón tranquilo de tu habitación o sala de estar es el lugar perfecto para comenzar.

Mito: la meditación es una religión.

Verdad: la meditación no es una religión. No obstante, si eres una persona religiosa o espiritual, puedes combinar la meditación con la oración. La oración es el ejemplo de meditación que más se conoce y practica. Existen oraciones, ya sean orales o escritas, en la mayoría de las tradiciones religiosas.

Puedes orar con tus propias palabras o leer oraciones que otras personas han escrito. Para ver algunos ejemplos, visita la sección de autoayuda de tu librería más cercana. Habla con tu rabino, cura, pastor u otro líder espiritual sobre posibles recursos. Por otro lado, no hace falta ser religioso para disfrutar de los beneficios que la meditación tiene para la salud.

Mito: la meditación te ayuda a despejar la mente.

Verdad: la meditación ayuda a desarrollar una atención centrada, consciente e intencionada. La meditación no se trata tanto de despejar la mente, sino de entrenar la capacidad de atención. En un mundo ajetreado, centrar la atención no es una tarea fácil. Para ayudarte a comenzar, podrías tratar de fijar tu atención en algo concreto, como el movimiento de tu respiración, una imagen mental del océano, el sonido del aire acondicionado o el gorjeo de los pájaros que están cerca. Cuando sientas que te distraes, recuerda en qué has fijado la atención, y esto te traerá de regreso a la meditación.