Protegerte es parte de la naturaleza del cerebro, el cual está constantemente explorando el entorno en busca de peligro. Cuando lo percibe, el cerebro te alerta y activa los sistemas nervioso y endócrino.

El cuerpo responde enviando un flujo de hormonas, incluidas adrenalina y cortisol, al torrente sanguíneo. Estas hormonas ayudan a enfocar la concentración, aceleran el tiempo de reacción y aumentan la fuerza y agilidad. Al mismo tiempo, aumentan el ritmo cardíaco y la presión arterial cuando se bombea más sangre por el cuerpo, como preparación para hacer lo necesario para adaptarse y sobrevivir. El cuerpo puede permanecer en este estado exaltado hasta que la situación estresante termina.

Este cerebro alerta era esencial para la supervivencia de los antepasados, que implicaba hacer frente a amenazas físicas como escapar de un depredador. Pero en el mundo de hoy, las principales amenazas suelen ser emocionales, no físicas. Estos factores estresantes pueden ser tener que cumplir constantemente con horarios, preocupaciones financieras o una discusión con un ser querido. Aunque los factores estresantes son muy diferentes de los de nuestros antepasados, el cerebro y el cuerpo aún responden con la reacción de pelear o huir.

El cuerpo responde a los factores estresantes de manera diferente según si el factor estresante es nuevo (estrés agudo) o si el factor estresante ha existido durante más tiempo (estrés crónico).

Estrés agudo

El estrés agudo es la reacción inmediata del cuerpo a la percepción de una amenaza, un desafío o un susto. La respuesta de estrés agudo es inmediata e intensa, y en ciertas circunstancias puede ser emocionante. Algunos ejemplos de factores estresantes agudos son el tener una entrevista de trabajo, recibir una multa por exceso de velocidad o esquiar en una emocionante pista de esquí. El estrés agudo leve en verdad puede ser beneficioso. Puede estimularte a la acción, motivarte y energizarte.

Estrés crónico

El estrés crónico ocurre cuando los factores estresantes agudos se acumulan y continúan a lo largo del tiempo. El cuerpo permanece preparado para un tipo de acción que la mayoría de los factores estresantes de hoy no requieren. Este estrés persistente puede conducir a problemas de salud, como dolores de cabeza, problemas digestivos e insomnio.

Al comprender cómo percibe el cerebro las situaciones estresantes, se puede decidir si esa reacción es útil o dañina. Es un primer paso para elegir cómo reaccionar ante el estrés en lugar de dejar que el cerebro elija por ti.